Por: Valeria Esteban, Comunicadora Social - Periodista
A propósito del caso de Rafael Uribe Noguera, el presunto asesino de Yuliana Samboní, la niña de 7 años, tendremos que empezar a cambiar el concepto de “familias de bien”, una frase que se usa comúnmente, por cierto, mal utilizada y acomodada muchas veces por los mismos medios de comunicación.
Y es que justo, este caso tan renombrado nos ha puesto a pensar si el tener dinero, títulos de las universidades mejor posicionadas, buenas relaciones públicas con el sector influyente del país o moverse en eventos de la alta sociedad, determinan realmente si una familia es de ‘bien’.
Hago memoria unos años atrás, cuando el alto ejecutivo de una multinacional, me contó que en su papel de jefe de recursos humanos, recibió la orden -desde arriba- de contratar sólo a jóvenes recién egresados de las Universidades de Los Andes y de la Javeriana, mientras que el resto de hojas de vidas debían ser desechadas al tarro de la basura o ser utilizadas como papelería reciclada, precisamente con el fin de contratar ‘gente bien’.
Lo anterior me enfureció pues hay un universo inmenso de padres que, con esfuerzo, han pagado la formación de sus hijos en universidades no tan prestantes, ni tan reconocidas y aun así son excelentes profesionales y seres humanos; eso por no contar aquellos jóvenes que, con sacrificio, han trabajado y estudiado al mismo tiempo demostrando cumplir mejor sus objetivos u otros tantos que se han endeudado con los bancos o el Icetex, para lograr pagar sus carreras con altos intereses, añorando sacar a sus familias adelante.
Vale la pena empezar a entender que no podemos seguir llamando ‘familias de bien’ a aquellos que son tan pobres que lo único que tienen es dinero, pero que les faltan valores, condolerse con las necesidades de otros y con el dolor ajeno; que no les importa pasar por encima de los demás o utilizar palancas para llegar a cargos públicos, en donde tendrán que tomar decisiones trascendentales para el resto de ciudadanos que sí son ‘de bien’ y desde donde pueden robar al Estado para llenar sus bolsillos, como fue el caso de los Moreno Rojas y los Nule, por mencionar unos pocos.
En mi entender, tenemos que cambiar los conceptos con los cuales nos expresamos los comunicadores a través de los diferentes medios tradicionales, incluyendo las redes sociales, y empezar a llamar ‘familias de bien’ a aquellas que verdaderamente lo son: trabajadoras, que luchan unidas, que salen adelante por su propio esfuerzo, que se conmueven ante el dolor ajeno, que siempre tienen una mano para brindar y una sonrisa ante la adversidad.
Está claro que como padres, debemos poner límites y hacer pagar a nuestros hijos por las faltas de sus malos actos, pues es una irresponsabilidad no hacerlo. Bien dice el refrán “corrige la rama, para que el árbol no crezca torcido”. Seguramente en el caso de la familia Uribe Noguera, se pasaron muchas cosas por supuesto amor, por miedo al rechazo o quizás por el señalamiento de la ‘alta sociedad’, pero tristemente en el caso de Rafael, las drogas y el alcohol únicamente lograron revelar todo lo que él tenía guardado.
Con el dolor de país que nos causa la muerte de Yuliana Samboní, me atrevo a decir que esta pequeña inocente, solo fue el instrumento para que se destapara tanta podredumbre que se maneja en las ‘familias de bien’ y pudiéramos cambiar esa frase tan desgastada y mal utilizada, porque su honor y privilegio debe ser exclusivamente atribuible a los hogares dignos.


