Por: Carolina Mejía, Comunicadora Social y Periodista
Es domingo en casa de mis abuelos, se acerca el medio día y estamos pensando dónde y qué nos apetece almorzar, pues por ser día de descanso ninguno quiere ponerse el delantal para entrar a la cocina. Discutimos sobre el lugar para nuestra salida familiar, cuando el clima cambia los planes gracias a la lluvia que, se presume, durará el resto de la tarde.
Entonces escucho la voz de mi abuela, una mujer de 84 años que no logró aprender a manejar los celulares modernos, pero conoce el nombre todas sus funcionalidades, darme la orden para revisar en el “programita ese” que tengo en mi teléfono qué restaurantes tienen descuento y, así mismo, pedir el domicilio…
Mientras tanto, debo casi rogarle a mi hija de nueve años que me entregue el celular, pues está entretenida con la app que acaba de descargar, en la cual puede ver el porcentaje de compatibilidad de amor y amistad que tiene con sus amiguitos.
En mi smartphone ya no puedo instalar más aplicaciones porque no tengo capacidad; entre las de mi interés y los juegos que les permito tener a mis hijas, la capacidad del celular está al tope. Pero todos los días me llegan nuevas invitaciones de herramientas para descargar: la del centro comercial para conocer sus últimas promociones y actividades del día, una que me permite donar mi tiempo para alguna causa social, aquella que me adivinará el futuro diariamente y esta otra que me ayudará a conocer el amor de mi vida.
Y es que hoy en día, a nivel global, existen más de 2 millones 200 mil apps disponibles en la App Store de Apple y 2 millones 600 mil para Android en Google Play Store, de acuerdo con datos del portal de estadísticas para el mercado, Statista. Además, los colombianos consumen 42 minutos mensuales en promedio en las aplicaciones instaladas en sus teléfonos inteligentes, según cifras de Ibope, publicados recientemente en el diario El Tiempo.
Cada día millones de personas utilizan apps; tener las de moda y las que facilitan el día a día es obligatorio e imprescindible: WhatsApp, Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat, Uber, Airbnb, Waze, Spotify, Rappi, las de servicios bancarios, los principales medios de comunicación y bolsas de empleo llenan las pantallas de los celulares de hombres y mujeres de todas las edades.
A raíz de esto, las compañías, grandes y pequeñas, han implementado la estrategia de crear aplicaciones para acercar a los consumidores a sus productos y servicios. Así han nacido millones de apps de todo tipo de negocio, algunas de ellas con cero personas dándole uso.
Estamos invadidos, la oferta es incontable y el espacio en los teléfonos celulares es reducido. ¡Y la verdad esta es una excelente noticia! Porque si bien, muchas de estas aplicaciones nos ayudan en cosas del diario vivir que antes eran complicadas: nos permiten enterarnos de las noticias de manera inmediata, nos brindan la posibilidad de desplazarnos de manera rápida y segura en la ciudad, podemos pedir comida a domicilio o tener la mesa lista en nuestro restaurante preferido, también son un medio que disminuye el contacto y las relaciones humanas, nos dispersa de momentos importantes con nuestra familia, nos quita el placer de “vitriniar” en un centro comercial e, incluso en su peor uso, nos despierta el morbo que todo hombre tiene en su interior, al darnos la posibilidad de ver asesinatos y otro tipo de aberraciones en vivo.
Pero definitivamente en cuestiones de aplicaciones cada quien toma su decisión, porque las opciones están a una tienda, desde el teléfono inteligente, de distancia…


