Por: Valeria Esteban, Comunicadora Social- Periodista
Durante años hemos recibido el bombardeo constante de los medios de comunicación, los cuales nos muestran los beneficios y maravillas de cosas que realmente nos hacen adictos sin darnos cuenta. De hecho, los psicólogos hablan de una dependencia no solo de sustancias sino también de comportamientos como trabajar en exceso, a los vídeo juegos, al sexo, a las compras, etc.
Los medios tradicionales se han encargado de entregarnos lo mejor y también lo peor, por ejemplo, patrocinados por grandes marcas nos han vendido la idea que una cerveza o un vaso de vino diario son buenos para la salud, pero según un estudio realizado por el Instituto de Métricas y Evaluación de la salud de la Universidad de Washington, entre 1990 y 2016, asegura que no hay ningún nivel de consumo seguro, es una droga mortal ya que acorta la esperanza de vida, causa enfermedades cardiovasculares, daños neurológicos, diabetes y Alzheimer, entre otras complicaciones. De hecho, al año se presentan en el mundo alrededor de tres millones de muertes como consecuencia del consumo de licor, pero nos siguen hablando de los beneficios.
Por otro lado, tenemos el consumo de la marihuana y aquí vuelven los medios a mostrarnos esta como la panacea en materia de salud para usos específicos y terapias médicas, acelerando el proceso de aprobación y venta libre de la dosis ¨personal¨, lo cual conlleva a riesgos de alto consumo, como lo reveló el Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas de La Universidad de Los Andes, demostrando que en Bogotá, entre 2013 y 2017 se pasó de un 15.6% a 24.4% siendo los hombres quienes más la adquieren. Y lo peor de todo, es que aún no existen estudios que demuestren los efectos nocivos a largo plazo por su consumo constante. Como quien dice: comunicación adictiva.
Las redes sociales, también tienen su gran parte de responsabilidad, son mal manejadas por aquellos que mantiene su negocio y hacen crecer este fenómeno, pues se usan para vender y comercializar sustancias alucinógenas que ante los menores de edad se muestran a manera de dulces y en algunos casos son facilitados por los famosos ¨dealers¨, quienes inicialmente los ofrecen a manera de regalo y posteriormente los venden, haciendo que los trips (papeles con cierta cantidad de LSD), las pepas, el éxtasis, entre otras, se vuelvan el pan nuestro de cada día en aquellos que no logran alejarse de este gran mal.
Y así podríamos seguir mencionando temas que a la fuerza nos los hacen ver como positivos para la salud, pero que termina haciéndonos adictos gracias a la mala comunicación. Cada vez que sale algo nuevo, debe cumplir varias etapas, por ejemplo: se vuelve viral, luego se adapta y posteriormente se vuelve normal, pero ¿estamos dispuestos a seguir aceptando aquello que nos vuelve adictos? A las cosas hay que llamarlas por su nombre y por eso en 1964, la Organización Mundial de la Salud (OMS) introdujo el concepto de “dependencia de sustancias” (antes adicción a las drogas) a su lista de enfermedades reconocidas, la cual se refiere a la dependencia física o psíquica a drogas, alcohol y tabaco.
Es inadmisible que sigamos en el círculo vicioso de la comunicación adictiva, donde se crean modelos a seguir masivamente y la cuota de responsabilidad de los medios parece haberse ido al traste; depende de cada uno de nosotros de masticar muy bien la información que recibimos diariamente, para no tragar entero y no hacer parte del gran número de adictos.


