Por: Valentina Guatibonza, Periodista - Especialista en Comunicación Multimedia
Vallas, imágenes, avisos impresos, anuncios televisivos, videos musicales, películas… Pasamos los días bombardeados por un sin número de mensajes, repetitivos, que terminan convirtiéndose en el reflejo de modas y tendencias, de estilos de vida y de estereotipos que nos representan y definen como sociedad.
Estas manifestaciones culturales, han estado acompañadas históricamente por un modelo ‘casi’ impuesto de mujer, desdibujando la verdadera naturaleza y significado de ser y nacer siendo femenina. De allí que, durante décadas, nos mantengamos como el objetivo de impacto prioritario para la publicidad y la comunicación.
De esta forma, nuestra presencia visual se ha convertido en protagonista a nivel mundial: hay anuncios para mujeres y anuncios con mujeres, y aunque en algún momento, esa figura comercial parecía avanzar -a través de un largo camino para dejar de lado el estereotipo antiguo- ganó la necesidad de mantener una economía de comunicación. Productos cosméticos, alimenticios, para el hogar y hasta para el placer, idealizan la belleza femenina y promueven el mercantilismo de nuestra sexualidad.
Hace pocos días, el país vivió un escándalo por cuenta de Viva Colombia, la aerolínea nacional que utilizó una frase polémica para promocionar sus vuelos a Barranquilla. “Llévate a la moza pa’ la Arenosa” fue la insignia con la que lograron incrementar la cantidad de personas buscando tiquetes para viajar a la casa de la Selección en un 893% aprovechando el juego de ‘La Tricolor’ frente a Uruguay -según cifras de su presidente -.
Con seguridad, la marca era consciente del alboroto que podría causar, sin embargo, no previeron la provocación mediática que desató el anuncio en cientos de colombianos y sobre todo, de colombianas que rechazaron su contenido. Tanto así, que tuvieron que reemplazar la palabra ‘moza’ por ‘mujer hermosa’ y soportar un duro golpe en su reputación corporativa.
Pero este trato denigrante no solo se hace visible en campañas; existe también en la cotidianidad, tal como aseguró Vladdo recientemente: “Los ejemplos publicitarios en los cuales la mujer es presentada como objeto abundan y el espacio es poco, pero lo más absurdo es que esas imágenes de señoritas semivestidas no son patrimonio exclusivo de anunciantes inescrupulosos. En una práctica por cierto muy colombiana, ya es imposible que los noticieros de los canales nacionales prescindan de las presentadoras en ropa diminuta contando los chismes de la farándula o la política”. ¿Acaso ese sexismo del ayer ha evolucionado hacia una nueva forma de cosificación de la mujer actual? ¿ocurre porque lo permitimos? ¿qué tanta responsabilidad tenemos? o tal vez ¿es el papel que debemos aceptar en esta sociedad de consumo?
Así las cosas y sin ínfulas de feminista, me parece oportuno evaluar el papel que juegan la publicidad y los medios de comunicación en nuestra vida, pues aunque recrean el entorno en el que vivimos, contribuyen a afianzar, en muchas ocasiones, conductas reprochables especialmente hacia la mujer.
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Colofón: Aprovecho para hacer un llamado a los cientos de detractores del acuerdo de paz que argumentaron la inclusión del enfoque de género como pretexto para su voto, pues les informo que esta teoría de equidad solo busca reconocer a las mujeres como víctimas del conflicto (cosa más que merecida para aquellas que han sufrido de cerca las consecuencias de la guerra). Nada tiene que ver con la identidad de género -tristemente confundida por muchos- en la que se escudaron para decir, entre otras muchas cosas erradas, que nos íbamos a volver un país homosexual.


