Por: Valentina Guatibonza
Periodista - Especialista en Comunicación Multimedia
Rompiendo el ‘statu quo’ del transporte público, apareció Uber como una alternativa para solucionar el problema de movilidad de millones de ciudadanos en sus lugares de residencia. Ha sido tal la acogida, que actualmente está presente en 481 ciudades de 70 países, la aplicación puede ser descargada en cualquier sistema operativo, sea iOS, Android o Windows Phone; es una de las más valoradas y tiene ingresos anuales por encima de los $1.000 millones de dólares.
Razones suficientes para que terminara convirtiéndose en la piedra en el zapato, o mejor, en el camino de más de uno en el sector, a tal punto que los trabajadores de transporte público a nivel mundial optaran por exigir que este servicio, que se consolidó como el preferido de hombres y mujeres, sea regulado o en su defecto, eliminado de las opciones de transporte individual de pasajeros.
Colombia no es la excepción. Los líderes de ‘los canarios’, esos tradicionales taxis amarillos que por años han recogido transeúntes en todo el territorio nacional han convocado, en repetidas ocasiones, a movilizaciones para protestar en contra de la operación de la plataforma creada en 2009.
En las últimas semanas, el litigio que lleva cerca de 3 años, ha vuelto a ganar protagonismo debido a las quejas constantes que se convierten en el pan de cada día de los taxistas, quienes alegan bajas en sus ingresos que les impiden, paradójicamente, tener hasta con qué comer.
Mientras estos conductores insultan, amenazan, niegan el servicio y bloquean la ciudad, Uber aprovecha para regalar o reducir el costo de viajes a los clientes durante todo el día, logrando su apoyo a través de las redes sociales con hashtags que lideran la lista de tendencias en el momento.
¿Buena jugada? Que lo digan los más de 250 mil usuarios frecuentes y los 25 mil socios conductores que tienen en las 17 ciudades donde operan a nivel nacional.
Vale la pena aclarar que aquí solo se está hablando del concepto de comunicación que maneja la marca dejando de lado vacíos jurídicos y temas de ilegalidad, que ya se han abordado en otros textos. Uber es una empresa que ha entendido el mercado y ha logrado generar una necesidad que antes no existía: pedir un vehículo cómodamente, desde cualquier lugar y a través de un dispositivo móvil.
Sus campañas de marketing logran la defensa de adeptos que usan la aplicación como símbolo de protesta contra el mal servicio tradicional que se traduce en cobros injustos, demoras en llegada a los destinos, inseguridad y pésimos tratos de algunos. Mantienen una comunicación constante y cercana con ellos a través de los canales digitales que les permite conocer, en tiempo real, sus deseos y de esta forma dar una pronta respuesta en un tiempo adecuado.
Así las cosas, las presiones del poderoso gremio taxista están arrojando resultados diferentes a los esperados. Uber sigue recaudando millones, se ha posicionado como una de las aplicaciones con mayor atractivo para los inversionistas, marca la pauta en esta nueva forma de hacer negocios en la llamada ‘economía de la colaboración’ y sigue expandiéndose con una excusa sin precedentes: mientras las ciudades no paren, ellos tampoco lo harán.
Ahora les pregunto, ¿es esta la mejor forma de frenar al nuevo “intruso” en transporte público de lujo, accesible para todos? Yo, no lo creo.


