Por: Valeria Esteban, Comunicadora Social – Periodista
Hace poco leía un trino, cuyo autor aparece en Twitter como @Pirateque que afirmaba: “Ser colombiano no es apto para cardiacos”, el cual en un inicio me causó mucha gracia, pero luego analizando el verdadero significado, me di cuenta que tenía toda la razón, y es que nuestro país, como pocos en el mundo entero, es generador de cientos de noticias diarias.
Ver los noticieros significa realmente estar expuesto a un bombardeo de notas que en la mayoría de casos nos entristecen, deprimen, indignan y hasta nos llevan a repudiar a sus protagonistas, pues solo sabemos lo que nos logran contar en máximo un minuto treinta segundos de nota al aire. Aquí no hay investigación real, ni análisis, porque el tiempo es oro y no alcanza, o porque un periodista debe cubrir varias fuentes y, obvio, tocar muchos temas que se quedan en eso, en “tocar”.
Son tantas las noticias que se titulan, que a veces nuestra mente no alcanza a digerir todo lo que acontece en el mundo entero y al momento de ver el desarrollo de los informes, pareciera que no hay nada más que contar, pues la velocidad es tanta, que con solo saber los titulares ya conocemos el contenido de la información y si hacemos un balance podemos decir que el 90% son negativas, pues no se sabe cuál es más impactante, mientras el 10% restante son de farándula, para alivianar un poco la pesada carga.
El bombardeo visual de noticias negativas también nos conduce al pesimismo de un país que no logra salir adelante. Y cómo no al ver una Colombia azotado por sus líos con la famosa paz, por el narcotráfico que se fortalece, la guerrilla nuevamente instalada, la inseguridad que aumenta, la corrupción galopante, la caída económica que no le permite a los pequeños empresarios respirar, la violación de niños, el maltrato contra la mujer, la llegada de cientos de venezolanos desplazados, el desempleo, la desigualdad, la preparación de otra reforma para ahogarnos en impuestos, en fin, tantas cosas que no terminaría de mencionar.
Lo anterior ha causado que cada vez sean más las personas que han decidido no volver a ver los noticieros, prefieren seguir su cotidianidad y escuchar lo poco que les cuentan sus allegados, a lo que responden con un “por eso prefiero no ver noticieros”, y claro en parte tienen razón, pero la realidad es que no podemos hacernos los ciegos, ni sordos porque lo que nos cuentan, así sea a medias es lo que hay, es la cruda realidad del mundo.
Afortunadamente, todavía tenemos otros medios como la radio, que aunque deben dispararnos noticias a diestra y siniestra, cuentan con algunos programas periodísticos, más incisivos con su producción noticiosa, a los que hay que aplaudirles que en ocasiones pueden dedicar un grupo entero de periodistas a contar desde todos los ángulos sus denuncias, las cuales pueden terminar en resolución exitosa de algunos casos. Así mismo, la prensa escrita, que a pesar de la velocidad de las noticias y de las redes sociales, a veces parece como se dice en el argot periodístico “chiviada”, se toma más tiempo para publicar el desarrollo de temas que parecían olvidados y afortunadamente para los que todavía amamos el papel, podemos encontrar no solo la realidad del mundo, sino también noticias más agradables que destaca personajes, investigaciones, eventos, grandes historias, etc. Y como dicen por allí: “Al fin y al cabo lo escrito, escrito está”.
Estoy segura que todos quisiéramos ser más positivos sobre nuestro futuro, pero la verdad es que con tanto bombardeo de noticias oscuras se nos acaba la esperanza y estamos rendidos ante un mar de caos. Cabe recordarles a los colegas que la responsabilidad social de nuestra profesión donde también la ética cuenta, es entregar la realidad del mundo, y afortunadamente las historias positivas también hacen parte de él, que aunque no dan mucho rating sí dan vida y renuevan la esperanza en una sociedad agobiada.